“Érase una vez”, que en la ciudad de Rota (Cádiz), coincidimos con José Manuel Holgado Brenes y fue porque una representación trianera, encabezada por el malogrado Alberto Jiménez Becerril, acudía para inaugurar una calle con el nombre de Triana, frente a la playa de Costilla, sustituyendo a la valenciana calle de Gandía, imaginamos al pueblo citado como recibiría esta noticia.
Por aquel entonces estábamos colaborando en la TV por cable Triana y deberíamos hacer unas entrevistas a las personas que allí se daban cita, solicitamos la palabra de José Manuel y el se brindó con el buen carácter que siempre le caracterizó para acceder a esta misión informativa.
Después seriamos compañeros en la revista Triana, nombre del barrio que llevaba el nombre, igualmente apreciamos de su sensibilidad en el tratamiento de sus artículos y sobre todo de la magnitud de aquellas fotografías retrospectivas. Pudimos apreciar el conocimiento en sus conferencias; como por ejemplo la dada en la P. C. de Los Ángeles. Nos sorprendieron gratamente las introducciones en un programa televisivo sobre las calles trianeras; en fin muchas vivencias que por extensas no permiten el relacionarlas aquí.
Sorprendente el art. y video de la "operación clavel". Fotografías que valen "más de cien palabras" y algunas tan oportunas, como para decir que "el fotógrafo estaba allí".
Solamente agregar que deseamos que este blog que ahora comienza su andadura, tenga una firmeza en sus contenidos y manifestamos a través de el, que J.M. Holgado Brenes, que hoy seguimos admirándolo, es producto de aquella amistad nacida y que como una planta fue de desarrollo lento pero vigorosa y segura a la hora de dar sus frutos con su ejemplar comportamiento.

Gracias querido Paco Soler, pero tu admiración y amistad por mí son tan grandes que tus comentarios sobre mi obra y persona me parece que se vienen un poco abajo. Tu sabes también que yo te aprecio y te correspondo en el mismo sentido.

Querido José Manuel.
Es un orgullo para mí poder dirigirte estas palabras a través de este medio, un hermoso regalo que te hacen tus hijos.
Tú sabes que hay cosas que cuestan decirlas de frente, en persona, porque puede provocar cierto reparo en quien las escucha. Así que ahora, cuando sé que no podrás evitar leerlas, me atreveré a expresarte mi agradecimiento por tantas cosas buenas que me has dado, incontables. No sólo por ser como eres, (que ya es un mundo en sí mismo), sino porque cuando das algo lo haces desinteresadamente, y hasta pareciera que sin darte cuenta, siempre con tu sonrisa a cuestas (cámaras aparte, que también).
Pero de todas las cosas que me has dado a mí, hoy voy a agradecerte la que más ha pesado en mi corazón, la que aún me sigue cautivando y que, creo, me está llevando por mejores derroteros. Al menos eso intento desde que me lanzaste el reto.
Hace varios años me propusiste escribir algún relato para tu revista “Triana”, y yo, aparte de sorprendido, me sentí algo acobardado pues no era ese mi camino precisamente, el de la escritura. No obstante, me convenció un razonamiento que utilizaste y que, hoy puedo decírtelo, me cambió la perspectiva de muchas cosas: me hablaste de los “talentos”. Sí, como en la parábola evangélica. Y me convenciste de que todo el mundo tiene sus talentos, y que de vez en cuando conviene airearlos y nunca esconderlos o rehuir de ellos.
Te parecerá extraño, pero te aseguro que sólo este detalle, entre tantos y tantos que rodean nuestra amistad, me ha llegado tan profundamente que hoy quiero dejar constancia de ello por escrito. Y no sólo para agradecerte ese “tirón de orejas” a mi alma, sino para que otros que lean este escrito puedan pararse a pensar en esta palabra, talento, y que cada cual busque el suyo, o los suyos, que los tiene, y verá cómo, si los pone en funcionamiento, le cambiará la vida. Como tú me la cambiaste a mí.
En la orla que rodee tu retrato en la Eternidad habrá miles de destellos de agradecimiento hacia tu persona, y yo quisiera que este mío, por pequeño que sea, fuera uno de ellos.
Un abrazo, primo.

¡Cuanto te agradezco tus palabras! Yo no hacía otra cosa que reconocer uno de tus dones y como correspondencia ahora sólo queda que yo conozca tus escritos, aunque no sea ya para la revista "Triana". Abrzs

Y de pronto aparece un primo cura...ni idea de su existencia. Las cosas de la vida. Joven de 25 años. Pero no se quedó la cosa en el rito de Ordenación, pues nuestras vidas, de Maribel y tuya, y por ende de vuestros hijos, quedarían unidas, pues "los espirituales entienden a los espirituales".
Fue un gozo encontrarte y seguir la relación, "en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad"...serían muchos momentos, hasta buscarte para que enseñaras en Semana Santa, el Alcázar y la Catedral, aun seminarista chino (clandestino en España y en China).
Por ser tú como eres y yo como soy, nos encontramos en todos los fletes de la Catedral, tú como fotógrafo "oficial" del Arzobispado y yo como sacerdote concelebrante. Hasta enteramos al Sr. Cardenal Amigo que eramos primos hermanos.
Querido Jose Manuel, te estoy escribiendo desde el monasterio de Loreto (Espartinas), donde paso tres días de descanso y retiro con los buenos frailes franciscanos. Que el Señor te siga bendiciendo y a vuestra larga descendencia.
Besos

¡Gratitud también a tí, Salvador, por tu entrañable mensaje! Y nada menos que desde el monasterio de Nuestra Señora del Loreto, donde hace la friolera de cincuenta años que yo recuperé mis relaciones con Dios Nuestro Señor del que había estado apartado unos años indebidamente y fué para ponerme a la altura de la persona que más quiero en el mundo, mi Maribel de mi alma precisamente, su ejemplo me bastó, nunca lo agradeceré bastante. Jamás se me olvidará mi completísima confesión general, paseando por la huerta del convento con un extraordinario franciscano que me escuchó y me administró el perdón divino, empujón que me ha servido hasta hoy, ya ves si es importante vuestra labor sacerdotal. ¡Gracias, gracias, querido primo!

Humildad, respeto a los demás, nobleza, benevolencia, consideración, misericordia, un amable sentido del humor... En ti, son mucho más que palabras: son un ejemplo de vida. Son la vida de tus fotografías, y las fotografías de tu vida.¡Eres grande papá!.

Mucho dices con este pequeño texto, como mucho me dijiste dirigiéndome la primera sonrisa de tu vida un poco después de recién nacida, detalle que no tuviste con más nadie, ni aún con tu con tu madre. Creo que, después de ésta, eres tu quien mejor me conoce... y que nadie se enfade, por favor. Te quiero.

Como Machado, es, en el buen sentido de la palabra, bueno. Fotógrafo artista que se acerca a la humanidad del hombre, a sus miserias y a sus pocas esperanzas; que se acerca a la vida de los demás con la crudeza de una lente que deja fe de todo cuanto sucede en este mundo inconcebible; bisturí que nos hace pensar y soñar por medio de una instantánea que a él jamás se le borrará de sus retinas y que quiere compartir con todos los que piensan como él; ladrón bendito de imágenes para la historia de varias décadas de Sevilla que en él encontró su mayor aliado; gigante soñador de auroras y ponientes...
Mi blog, "Desde mi torre cobalto", hubiese sido más pobre sin su ingeniosa colaboración, sin su fotografía profunda y, algunas veces, descarnada. Fotos que me hacían pensar horas y horas para ponerle el pie correspondiente. El mérito era suyo, el texto me lo daba hecho con sólo embeberme en el corazón de su mensaje...
José Manuel Holgado ha sido para mí como un guía espiritual, enseñándome humanidades que no podrían aprenderse de mejor mano. Pero, por encima de su bagaje como artista, hay que darle las gracias por haberme dado la oportunidad de conocerlo como persona. Increíble en su trato y bonhomía, en su sencilla calidez, en su palabra amiga y en su ejemplo cotidiano.
Hoy sus hijos me piden algo sobre él y el alma se me queda muda de palabras. Seria imposible definirle en dos golpes de voz, fijarlo en mis quicios con sólo dos palabras. Para mí, José Manuel Holgado, el gran artista que ha captado la vida de un tiempo que nos pertenece, es una escuela a la que cada día hay que acudir para aprender de primera mano los más altos valores de bondad y honestidad.

Un fuerte abrazo:
Emilio Jiménez Díaz

¿Y merezco yo estas palabras de tan gran poeta? Pues pido al Señor que no me las tome a pecho, aunque, desde luego les doy todo el valor que ellas y quien las ha escrito, merecen.
Querido Emilio, que hermosos aquellos tiempos de nuestra revista Triana, ¿verdad?...